Casares
Gire hacia el interior por la carretera de la costa tras pasar Estepona y conduzca a través de los verdes valles y las boscosas colinas de las estribaciones de la Serranía de Ronda, la vasta cadena montañosa que domina gran parte del interior de Andalucía. A menos de media hora, tras una curva, asomará entre la vegetación un tradicional pueblo blanco andaluz. Casares no es otro más de estos bonitos pueblos: su proximidad al mar le otorga una posición especial entre las montañas y el Mediterráneo.
Al pasear por las empinadas calles empedradas y al cruzarse con las casas de yeso blanco ancladas a las rocas, uno podría preguntarse por qué los habitantes eligieron este rincón tan intrincado para instalarse, teniendo esos verdes valles extendiéndose bajo la ciudad. La respuesta está en la línea de la costa, y más concretamente, en las lejanas orillas del norte de África, desde donde los corsarios bárbaros partían para aterrorizar a gran parte del Mediterráneo, al mismo nivel incluso que las temidas incursiones vikingas del Norte.
Muchos de los desprevenidos podían terminar en los mercados de esclavos del norte de África, por lo que la gente de esta zona aprendió a buscar la protección de estas y otras bandas de saqueadores, todavía antes de que los ejércitos de la Roma conquistadora o del Islam llegaran a esta parte del sur de España. El resultado fue un mosaico de pueblos blancos que brillan entre la vegetación y los cielos azules. Con su característico conjunto de casas que hacen de unión entre dos colinas, Casares está considerado como uno de los más bellos pueblos blancos.
Casares es un denso laberinto de calles entre el conjunto de casas que respaldan la seguridad de la colina del castillo, que en otros tiempos fue un refugio para la gente del pueblo. Hoy en día es, sobre todo, un mirador panorámico desde el que se puede apreciar la exclusiva posición de la localidad. Mire hacia abajo y observe los verdes valles, seguidos por un paisaje rocoso que se extiende hasta pueblos costeros como Manilva y Sabinillas, y que ahora es un área natural protegida. Largas playas de arena blanca indican la línea de la costa, salpicada de hoteles y casas vacacionales, mientras que se asoman las alturas del norte de África sobre la extensión azul del mar y Gibraltar parece aflorar como una isla entre dos continentes.
A la vuelta de la esquina, en dirección al interior, se encuentra el umbral de un paisaje montañoso de cordilleras irregulares, con valles abruptos y corrientes furiosas. En esta belleza selvática, las comunidades agrícolas y los puntos blancos que constituyen los pueblos andaluces aguardan como centinelas sobre los picos que se divisan a lo lejos. La siguiente parada es Gaucín, otro popular pueblo de montaña, que además es, como Casares, uno de los favoritos de artistas, turistas y residentes extranjeros.
Dejando atrás el turismo de masas, los mas curiosos visitantes de esta parte del sur de España afortunadamente buscan localidades como Casares, atraídos por el exotismo de su historia, su arquitectura y su ambiente. Caminan por las calles empinadas, se reúnen en la plaza principal, disfrutan de un café y de las tapas en una atmósfera auténticamente andaluza. Mientras que muchos artistas, españoles y extranjeros, han hecho de las casas rurales restauradas de manera pintoresca su hogar, la mayoría de los residentes extranjeros viven en villas rústicas a la afueras de Casares, un área que no solo ofrece una buena selección de propiedades de distintas dimensiones, sino también el espacio, la privacidad, las vistas, la belleza natural y la proximidad a las instalaciones de la Costa del Sol.
Diana Morales, 23 Ene 2012 - Estilo de vida
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